La voz de mi palabra.
Me situo en el cerco de tus ojos oceánicos.
Intento permanecer callada
ante la mirada del equino que me observa.
Se hacen metros nuestros segundos.
Casi impasibles. Casi imparables
en nuestro descenso
de caer en el mar de la duda.
Es tu voz
sonrojada presencia que me atrapa
quien deja muda las tempestades del alma.
Tú. Silenciosa presencia de las llamas.
Impaciencia de lo que nunca fue cierto.
Llévame donde nunca permanecí quieta.
Tú. Luz de plata,
incandescencia absoluta de la voz de mi palabra.
Quimera de cristal
de urnas de baúles de impaciencia.
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Ginebra del Lago -